El muro que nunca cae

Hoy paseando por la nueva zona comercial del Puerto de Málaga, el Muelle Uno, alguien comentaba a algún visitante que debajo del suelo que estábamos pisando había ruinas romanas y fenicias, ocultas por la modernidad del Centro Pompidou y de las franquicias de tiendas y restaurantes. Eso me ha recordado que tenía pendiente comentar, al menos brevemente, la película de «Roger Waters: The Wall», estrenada el 29 de septiembre en cines. Entenderéis por qué al final.

Rodeando el ego de Roger Waters, que es como bien sabemos más grande que la muralla china, la película combina imágenes de la gira «The Wall Live» con un viaje personal del ex-miembro de Pink Floyd para conocer los lugares donde fallecieron, en sendas Guerras Mundiales, su abuelo y su padre, algo que deja marcada la trayectoria vital y artística de Waters.

Mientras me sumergía en las impactantes imágenes del concierto y recordaba la película original de 1982 dirigida por Alan Parker, iba reflexionando sobre varios conceptos. El primero, la Educación. La canción más famosa del álbum «The Wall» es sin duda «Another brick in the wall». Pocas melodías son tan potentes como el inicio de esa canción, de modo que el público se vuelve loco nada más escuchar los primeros acordes. Al ver a la gente corear visceralmente la estrofa «We don’t need an education» pensé si realmente estaban creyéndolo o estaban captando la ironía. Por un momento, me dio miedo pensar que verdaderamente haya gente que piense que es un himno contra la educación en general… La falta de Educación, en mayúsculas, es el primer paso para convertirse en borregos, en personas manipulables, como se puede también comprobar en la película. El segundo paso, ser «adoctrinados» y no educar en la reflexión sino en seguir el paso marcado por otros…

El segundo concepto es el de que la historia se repite. La muerte de personas inocentes en las guerras (el abuelo de Waters murió en la I Guerra Mundial y el padre desapareció en la II Guerra Mundial, pero tambien tantos otros a los que se homenajea en el concierto y la película), los refugiados que deben huir «con lo puesto» (como cuentan también en la película), los muros que se levantan una y otra vez entre países y entre personas… Muros que nunca caen del todo.

Sobre las ruinas de lo antiguo y las cenizas de lo que se ha destruido, vamos construyendo nuevos escenarios brillantes y perfectos en su fachada pero que no hacen más que ocultar que, seguramente, cometeremos los mismos errores. Ya sabemos que el hombre es el único animal que tropieza dos (o más) veces con la misma piedra, o con el mismo muro.

The Wall Live

Quizá muy convenientemente, cada cierto tiempo, vamos olvidando hacia donde vamos, de donde venimos, y seguimos repitiendo discursos, conflictos… Quizá podamos algún día poner fin a tanta violencia, a tanta injusticia, y convertirnos en mejores personas, renanciendo de nuestras cenizas como el Ave Fénix. De lo contrario, quizá no seamos más que otro enmohecido ladrillo del muro de la vergüenza, aunque eso sí, cómodamente adormecidos («Comfortably Numb»).


2 respuestas a “El muro que nunca cae

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